Contiuando con el libro "El evangelio segùn el Espiritismo" de Allan Kardec, veamos que nos dice sobre la segunda revelaciòn hecha por los Espìritus de Luz al autor.
JESUS DE NAZARET
Jesùs no vino a destruir la ley; es decir, la ley de Dios, vino a darle cumplimiento, esto es, a desarrollarla, a darle su verdadero sentido, y a apropiarla al grado de adelantamiento de los hombres; por esto se encuentra en esa ley el principiode los deberes para con Dios y el pròjimo, que son la base de la doctrina, En cuanto a las leyes de Moisès propiamente dichas, por el contrario, las modificò profundamente, ya en el fondo, ya en la forma; combatiò constantemente los abusos de las pràcticas exteriores y las falsas interpretaciones y no pudo hecerlas sufrir una reforma màs radical que reducièndolas a estas palabras:
"Amar a Dios sobre todas las cosas y al pròji,o como a sì mismo", añadièndo: Esta es la ley y los profetas.
Con estas palabras: "El cielo y la tierra no pasaràn sin que todo sea cumplido hasta una sola jota", Jesùs quiso decir, que era menester que la ley de Dios recibiese su cumplimiento: es decir, que fuese practicada en la Tierra en toda su pureza, con todo su desarrollo y todas sus consecuencias; pues ¿de què servirìa haber establecido esta ley, si quedase subsistente el privilegio de algunos hombres o de un solo pueblo? Sienso todos los hombres hijos de Dios, son, sin distinciòn, objeto de una misma solicitud.
Pero el papel de Jesùs no fue simplemente el de un legislador moralista sin màs autoridad que su palabra; vino a cumplir las profesìas que anunciaron su venida; recibìa su autoridad de la naturaleza excepcional de su Espìritu y de su misiòn divina; vino a enseñar a los hombres que la verdadera vida no està en la Tierra, sino en el reino de los cielos; a enseñarles el camino que conduce a ella, los medios para reconciliarse con dios, y hacer presentir la marha de las cosas futuras, para el cumplimiento de los destinod humanos. Sin embargo, no lo dijo todo, y sobre muchos puntos se limitò a dejar el germen de verdades que èl mismo declara que no pidìan ser comprendidas; hablò de todo, pero, en tèrminos màs o menos explìcitos, porque para entender el sentido oculto de ciertas palabras, era preciso que ideas nuevas y conocimientos nuevos vinieran a dar la clave, y estas ideas no podìan venir antes de cierto grado de madurez del espìritu humano.
Allan Kardec.