El público cree que el espiritismo es un conjunto de fenómenos raros exhibidos en teatros y circos de baja ralea para deleitar la curiosidad infantil en general, haciéndolos reír o asustándolos con suerte que caen bajo el dominio de habilidades malabaristas de cómicos y cirqueros que se atraen la buena voluntad del público.
Si bien es cierto que los prestidigitadores, faquires y yogis tienen poderes o mañas admiradas para el uso de su propio provecho; también es cierto que el ciudadano común de la calle también posee poderes en estado latente que se manifiestan en un momento, como brota un botón de rosa, y atrae la atención de propios y extraños que le rodean.
Y, tenemos así que, personas hay, que de buenas a primera y sin que ellas se den cuenta, comienzan a ver y a oír, cosas raras y extrañas y sienten que pasan por ellas fenómenos psíquicos, muy a pesar de su voluntad; esto es, sin que ellas los provoquen.
Esto nos hace pensar, como dicen los filósofos. El hombre al ser racional, moral y espiritual, diferenciándose de los demás animales, en que su alma y espíritu que lo asisten en todos los días de su vida terrenal, son diferentes a los de los otros seres animados, por ser más alta en el hombre, su jerarquía espiritual.
El alma de los brutos tiende también a elevarse; pero el hombre va en una etapa superior, porque su naturaleza espiritual comparte la de los dos mundos; esto es el material o corporal y el del mundo espiritual; es decir, puede vivir en el mundo de la materia sintiéndose al mismo tiempo ciudadano del mundo del espíritu. ( tomado de Revista Renovación)
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