mi abuelo Mercedes Alfonzo |
Siendo pequeña, veía llegar a casa de mis abuelos a gente necesitada de orientaciones espirituales, gente que solo quería manifestar su sentir pero también, quien necesitaba expresar sus visiones, como el caso que les voy a contar.Esa gente buscaba el auxilio de mi abuelo Mercedes, quien en aquel entonces dirigía la Cátedra de Estudios de espiritismo en mi ciudad.
Entre el grupo de necesitados de luz espiritual, llegó un día un humilde pescador del sector de La Isleta, padre de dos hermanitos: una niña, como de diez años y un varoncito de cinco años.Su papá, muy preocupado, acudió donde el sr Mercedes para que le ayudara.
Contó el sr que sus hijos, que vivían con él y la madre a la orilla de la playa de La Isleta,llegando a Mosquito,un pueblito de pescadores en isla Margarita, en una ranchería solitaria, cada día, desde que tuvieron uso de razón, como dicen aquí, comenzaron a compartir con unos "extraños compañeros de juego", quienes les acompañaban, de día o de noche, en la soledad del camino al colegio, les hablaban, les daban regalos, haciéndoles toda clase de ofrendas.
Ellos llegaban a su rancho y contaban a sus padres lo que habían hecho ese día con sus "amiguitos" del camino. Los padres ya no encontraban manera de decirles que esos "amiguitos" no existían, pero ellos les decían que todos los días le daban regalos y les mostraban las monedas o caracoles que les obsequiaban.
Los niños, por supuesto tenían una facultad, muy linda, como es la de ser videntes, "veían a los que ya no estaban en este mundo" y, como no había nadie más por los alrededores, se acostumbraron a jugar con estos espíritus atrapados en el tiempo o "Chinamito", como los conoce la gente margariteña, por supuesto no le tenían miedo porque, a diario, compartían con ellos.
La niña, contaba que veía llegar un barco español antiguo cada noche a la bahía de Punta Mosquito,observaba bajar a los tripulantes del nao, con cargas muy pesadas y esclavos encadenados que las llevaban, hasta cierto lugar donde desaparecían.
En la mañana, al pasar por el sitio, solía encontrar monedas, y sus "compañeros de juego espirituales", les decían que las tomaran para comprar merienda en la escuela, y que buscara y cavara para encontrar más, puesto que a ellos los habían dejado de "vigía" en el lugar. El hermanito solía jugar a las metras con ellos, y al salir para la escuela de la Isleta, los llevaba de la mano, ellos los esperaban fuera de la escuela y al salir de clases volvían a acompañarlos y se "encachorraban"( hacer berrinches) si no les daban coco para comer por el camino.
Contó el sr que sus hijos, que vivían con él y la madre a la orilla de la playa de La Isleta,llegando a Mosquito,un pueblito de pescadores en isla Margarita, en una ranchería solitaria, cada día, desde que tuvieron uso de razón, como dicen aquí, comenzaron a compartir con unos "extraños compañeros de juego", quienes les acompañaban, de día o de noche, en la soledad del camino al colegio, les hablaban, les daban regalos, haciéndoles toda clase de ofrendas.
Ellos llegaban a su rancho y contaban a sus padres lo que habían hecho ese día con sus "amiguitos" del camino. Los padres ya no encontraban manera de decirles que esos "amiguitos" no existían, pero ellos les decían que todos los días le daban regalos y les mostraban las monedas o caracoles que les obsequiaban.
Los niños, por supuesto tenían una facultad, muy linda, como es la de ser videntes, "veían a los que ya no estaban en este mundo" y, como no había nadie más por los alrededores, se acostumbraron a jugar con estos espíritus atrapados en el tiempo o "Chinamito", como los conoce la gente margariteña, por supuesto no le tenían miedo porque, a diario, compartían con ellos.
La niña, contaba que veía llegar un barco español antiguo cada noche a la bahía de Punta Mosquito,observaba bajar a los tripulantes del nao, con cargas muy pesadas y esclavos encadenados que las llevaban, hasta cierto lugar donde desaparecían.
En la mañana, al pasar por el sitio, solía encontrar monedas, y sus "compañeros de juego espirituales", les decían que las tomaran para comprar merienda en la escuela, y que buscara y cavara para encontrar más, puesto que a ellos los habían dejado de "vigía" en el lugar. El hermanito solía jugar a las metras con ellos, y al salir para la escuela de la Isleta, los llevaba de la mano, ellos los esperaban fuera de la escuela y al salir de clases volvían a acompañarlos y se "encachorraban"( hacer berrinches) si no les daban coco para comer por el camino.
Mi abuelo, con otras personas de la familia, fueron hasta el lugar y comprobaron estos hechos, miraron las monedas encontradas ese día y los caracoles que le regalaron a los niños.
Después de aconsejar y hacer algunas lecturas, durante algunos días, los pequeños "compañeros de juego" no volvieron a aparecer por la ranchería. Para los niños fue extraño dejar atrás a esos "compañeros de juego" que durante muchos años les persiguieron, pero era necesario para la salud mental de todo el grupo familiar, donde toda la comunidad los tomaba por locos, ya que nadie comprendía su facultad.
Después de aconsejar y hacer algunas lecturas, durante algunos días, los pequeños "compañeros de juego" no volvieron a aparecer por la ranchería. Para los niños fue extraño dejar atrás a esos "compañeros de juego" que durante muchos años les persiguieron, pero era necesario para la salud mental de todo el grupo familiar, donde toda la comunidad los tomaba por locos, ya que nadie comprendía su facultad.
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